Hace algunos días, Faride Nazar, consultora de mi equipo y yo, tuvimos la oportunidad de ser parte del Collective Impact Action Summit, evento internacional organizado por FSG y Aspen Institute Forum for Community Solutions, que reunió a más de 1500 personas ligadas al ecosistema de impacto colectivo y el trabajo por el desarrollo provenientes de más de 20 países. Mi expectativa era compartir un espacio de aprendizaje como tantos otros en los que a lo largo de los años he participado. La experiencia fue totalmente distinta, además de brindarme mucho aprendizaje me dejó diferentes preguntas y como pocas veces me sucede, me dejó certezas.
Fuente de la imagen: Redaktion
La primera certeza es "compartir es valioso y necesario para avanzar". Compartir espacios, ideas e interacciones que nos dejen no solo escucharnos, si no también conocernos y reconocernos para realmente entendernos. Hacer un alto para meditar qué nos funciona y qué no. Recibir retroalimentación sobre lo que creemos es nuestra propuesta de valor y cuánto suma a otros. Reconocer nuestro potencial de aportar a la transformación más allá de lo que inicialmente podamos haber imaginado. Conectar, a pesar de nuestras diferencias, con la humanidad que nos une y nos hermana en aspiraciones nobles. Aspiraciones más efectivas y reales que cualquier enfoque, teoría o caso exitoso. El arte, como elemento movilizador y vinculante, jugó en este encuentro un rol vital para romper con el piloto automático con el que interactuamos y abordamos distintos espacios de nuestro día a día, proyectos y otros espacios. Lograr conectarnos entre asistentes y ponentes en el marco de propósitos y utopías compartidas fue inspirador y energizante.
La segunda certeza reforzada es que la "legitimidad se construye de cerca, con capacidad y claridad". Claro está que las utopías no son suficientes para avanzar, a lo mejor para atraer alrededor de un objetivo, más no para involucrar y mucho menos suficientes para comprometer. Para trabajar juntos e involucrarnos en un proceso que requiere esfuerzos y cambios de nuestra parte es necesario la confianza, la cual se construye tanto por buenas intenciones como por la evidencia de nuestra capacidad para alcanzar resultados. Y claro está, la claridad y amplitud con la que estos resultados son compartidos y, mejor aún, experimentados, es determinante para la credibilidad y legitimad que nos avala como actores comprometidos con el fin común del bienestar y el desarrollo. Hablar de desarrollo, sostenibilidad, calidad de vida y otros intereses comunes, públicos, sin querer desprenderse de una porción de intereses privados es inviable. Esto nos toca a todos, empresas, ONGs, Gobierno y Sociedad Civil.
Durante las últimas 7 décadas se ha escrito y debatido en el mundo en torno al concepto de desarrollo. En el Perú esta reflexión ha ido cobrando más fuerza en las últimas 3 décadas, al igual que en el resto del mundo, con la apertura a la democracia y la firma de un Acuerdo País que, lamentablemente, no logró trascender ni en los firmantes.
Es evidente que en nuestra clase política la agenda era otra, lamentablemente, marcada por la corrupción como sabemos hoy. Sin embargo, esto no explica la incapacidad de impulsar con más efectividad y celeridad el desarrollo e inclusión por parte del resto de actores sociales. Las carencias conceptuales y fácticas que tenemos, quienes venimos trabajando en el marco del desarrollo, son también un componente y un reflejo de la desconfianza y las fracturas sociales hoy tan evidentes en nuestro país.
Estas reflexiones me retan y llevan a pensar en la tercera convicción que saqué de las interacciones en los distintos espacios planteados “No podemos esperar más, necesitamos plantearnos qué haremos diferente”. Hoy, en una realidad en la que en nuestro país 6 de cada 10 peruanos viven en situación de pobreza o en riesgo de caer en ella, buscar status quo atenta contra los conceptos de solidaridad, colectividad y los ideales de ciudadanía de la democracia. Es vital plantearnos qué haremos diferente. No solo qué haremos, necesariamente, qué haremos diferente.
Es por ello que desde Soluciones Conjuntas reforzamos nuestro compromiso por instalar una nueva lógica de aproximación al desarrollo, la lógica de las alianzas. Buscar el desarrollo sostenible desde la articulación, real, en equidad de condiciones de diálogo y desde la voz y comprensión de sus protagonistas; así como el fortalecimiento de la institucionalidad, la comprensión de los mandatos, el uso de los recursos y la re- construcción de la confianza en todos los ámbitos de nuestra sociedad. Metodologías como la del Sustainability Case Framework, herramientas como el mapa de valor y experiencias de impulsar alianzas como las de Arequipa sin Hambre o Mi Barrio Lindo y el diseño de nuestros servicios para fortalecer las estrategias y capacidades de gestión de las organizaciones, son prueba de este compromiso de fortalecer el impacto colectivo.
Noto hoy que ese compromiso no es suficiente. Nos toca contribuir a nuestro encuentro, conocimiento, entendimiento. Ya no por temáticas o territorios como lo hemos venido promoviendo desde nuestro trabajo. Y aquí radica mi siguiente certeza “Trabajaremos no solo en acercar los mensajes de quienes necesitan un impulso para alcanzar su potencial, sino también, en encontrarnos conectando nuestras vidas”. La apertura de nuevos y mejores espacios de encuentro y trabajo colectivo marcará nuestra agenda. Un reto que no podemos perseguir solos y por ello, si compartes estas certezas te pedimos por favor, conversemos y hagámoslo juntos.
Escribe: Silvana Caro, Directora Ejecutiva y Fundadora de Soluciones Conjuntas.
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